Dirección Escénica

MARCOS TIZÓN DAMIÁN

Mis dos pasiones han sido siempre el teatro y la literatura.

En cuanto a lo primero, soy licenciado en Arte Dramático por la RESAD de Madrid, y poseo el Certificado de Aptitud Pedagógica por la Universidad Complutense de Madrid. Fui miembro fundador de la Compañía Factoría Teatro y de la empresa Diverta Gestión de Recursos de Ocio, ya he dado unas cuantas vueltas por unos cuantos escenarios, compartiendo una ilusión y un esfuerzo que, inexplicablemente, todavía siguen intactos.

Tengo la suerte de haber trabajado con creadores tan interesantes como Pedro Olea, Ángel Gutiérrez, Denis Rafter, José Luis Raymond, José Ramón Fernández, Fernando Soto, Gonzala M.Scherman, Santiago Pérez, Fefa Noia, David Luque y un largo etcétera, seguimos sumando aventuras.

Recientemente he terminado un curso de dirección escénica en el Teatro de la Abadía, bajo la batuta magistral de Helena Pimenta.

He impartido clases de teatro en institutos públicos y privados, en instituciones, centros y asociaciones; en la actualidad gestiono mi propio proyecto, NAT TEATRO, ejerciendo mis labores como profesor de Artes Escénicas, actor, dramaturgo y director. En 5 años de vida hemos estrenado más de 12 obras, la mayoría originales de este que suscribe.

En cuanto a lo segundo, llevo escrito un buen puñado de obras de teatro y fui uno de los fundadores del colectivo literario Relatosbluetales. En 2013, tuve la inmensa suerte de que la editorial Cuadernos de Sildavia, admirablemente luchada por Susana Fernández y Francisco Arriero, me publicara «La palabra amor» y el cuento «Pino-Palo», ambos editados ahora en Bubok.es –en formato digital- donde pueden adquirirse.

La palabra amor es un ensayo dramático (que llevamos a escena) escrito con el afán de dejar de manosear esa palabra y adentrarse en ella, lejos de todo lo que nos han contado o vendido, de todas las convenciones que nos inoculan desde pequeñ@s,  situándola en el centro de lo que experimentamos y sentimos.

Pino-Palo es una narración que no intenta esconderse de la realidad, a pesar de sus toques fantásticos. Muestra a la Naturaleza despojada de cualquier idealización y completamente vulnerable. Tal y como es. Y para ello, nada más desvalido que la propia figura de un árbol: inmóvil, estático, anclado y, sin embargo, vivo. En muchos sentidos es semejante a un niño, una niña: Participa de su misma indefensión, y también de su asombrosa fortaleza.

Nací en el 1969, soy sigloveinteañero, y sigo creyendo que la capacidad para transformar el mundo no reside en nadie más que en nosotros mismos y nosotras mismas. Añadir un poco de arte y de cultura a nuestras vidas, para empezar, ya supone un gran cambio.